viernes, 30 de noviembre de 2012

¡Qué tiempos aquellos!


¿Os acordáis de cuando ganábamos un partido y luego otro y luego otr…? Bueno no, que solo ganamos dos seguidos, pero fue bonito encadenar victorias, aunque la cadena fuera muy muy corta. Desde entonces, contamos los partidos por derrotas en una racha más acorde con nuestro espíritu. Uno no lleva años cultivando la mítica del perdedor para luego ir ganando por ahí a troche y moche sin ton ni son. Pero, como, además, si uno no se consuela es porque no quiere, y si no que se lo pregunten al  tipo ese que se inventó eso de que “se aprende más de las derrotas que de las victorias”, intentemos destilar algo de sabiduría de nuestras tres últimas. De este modo, voy a continuar con las acertadas reflexiones de la última crónica respecto a nuestro habitual mal juego en el tercer cuarto de los partidos, lo que, como bien escribía Pablo en la citada crónica, combina con nuestra magnifica disposición y alto desempeño en los terceros tiempos ya fuera de la cancha. Pero, si llevamos a cabo un análisis técnico riguroso, descubriremos que no somos tan limitados y predecibles como pudiera parecer y que podemos mostrar gran versatilidad a la hora de tener malos cuartos. Es decir, que somos capaces de hacer primeros cuartos desastrosos, de esos que hacen que ya de igual como juegues en el resto del partido porque la cosa no tiene arreglo; segundos cuartos penosos en los que solo quieres que llegue cuanto antes el descanso a ver si de repente logramos una iluminación para la segunda parte; están los clásicos y habituales terceros cuartos combinación de pájara física y desconexión mental y, por último, los cuartos cuartos que hunden un partido que no iba tan mal hasta entonces. Y este fue el caso de nuestro último partido, que jugamos contra los primeros de nuestro grupo, que llegaban invictos al encuentro e invictos se fueron. La cosa es que empezamos a jugar bien, con buena defensa y con un ataque razonable, lo que nos permitió incluso ir por delante en el marcador. No mucho, pero por delante. En el segundo cuarto continuamos sobre todo defendiendo bien y no permitiendo que se fueran de mucho. Y, así, con un marcador más o menos ajustado y con posibilidades de remontar (si los evaristos fueran de los que remontan, aunque alguna vez ha pasado, me admitiréis que no suele ser muy habitual) llegamos al último cuarto en el que hicimos todo lo posible para perder. El parcial 5 a 18, tampoco es lo peor que hemos hecho nunca, pero no ayuda a ganar un partido. Más significativas me parecen las alrededor de doscientas pérdidas de balón que tuvimos, con sus consecuentes contrataques culminados con éxito del contrario, y nuestros propios ataques alocados combinación de dos tipos básicos y contrapuestos: “quita que voy”, también llamado “Sabino, a mí el pelotón, que los arrollo”, o “corre que pillo” en el que los evaristos corren por el campo contrario, pasándose o no el balón, pero, sobre todo, sin mirar al aro ni de refilón.

En resumen, que un partido que podíamos perdido con decoro por poquito si hubiéramos seguido jugado como al principio, lo perdimos por un menos digno 46 – 29. Eso sí, no lo pasamos mal jugando y los contrarios eran muy majos. Y, menos mal, porque, como el árbitro no pitaba nada, ambos equipos no pusimos finos a darnos golpes. Pero de buen rollo.

Besos a todos

Próximo domingo Evaristos vs Monster Family: 10:15

2 comentarios:

juan dijo...

como siempre un placer leer la crónica y comprobar que seguimos fieles al "espíritu evaristico". Gracias cronistas. Cualquier día de estos voy a vivirlo al campo, bueno al banquillo o grada y al bar. besos

pablo dijo...

Gracias por esta gran crónica compañero.
Avance de la próxima:
Después de experimentar las diversas formas de palmar un partido, esta vez optamos por una que teníamos abandonada hace tiempo: No presentado. A eso de las 10:15 a.m cuatro evaristos se pasean por la cancha con las manos en los biolsillos y con cara de circunstancias. Eso sí, echamos una pachanga bastante maja. Beso.