Como diría el difunto, no es el prefijo para llamar a Memphis, pero tampoco el número de la serie de ese décimo de navidad “a pachas” que adquirimos en nuestro bar de cabecera después del partido, son los tiros libres que encestamos de los que intentamos en el último partido. Sí señores, un 54%. Porcentaje que sería pírrico para otros, pero excelente para los Evaristos. Unas cuantas derrotas se hubieran convertido en victorias con ese porcentaje de acierto. Pero eso no es lo mejor. Lo mejor viene a final y, sin embargo, vamos a empezar por el principio porque también tiene lo suyo. Último partido del año y para celebrarlo asistencia masiva de Evaristos, con las únicas bajas de los Evaristos-Latinos, el Evaristos-Lavapiés y el padre en capilla. En ambiente de gran camaradería combinamos estiramientos, chascarrillos, risas y conversación pseudofilosófica mientras esperamos en la banda a que acabase el partido anterior. Van con retraso, así que, mientras unos estiran y otros charlan o dormitan, llegan las 16:15, hora de comienzo de nuestro partido y el anterior sin terminar. Bueno, tampoco tenemos mucha prisa, no pasa nada. O eso creíamos hasta que cinco minutos después viene un árbitro desde el otro lado de la cortina gris a decirnos que llegamos tarde y que iba a cerrar el acta. Efectivamente, aunque éramos once y llevábamos un buen rato en la cancha, casi conseguimos perder el partido por incomparecencia, todo por no ocurrírsenos que era posible que nos tocara jugar en el otro lado del pabellón. Bueno, traslado atropellado mientras el árbitro reclama las fichas, calentamiento de cuarenta y cinco segundos, charla táctica de cinco: “salen los primeros que han llegado” y comienza el partido de esas maneras, como no podía ser de otra forma. Dentro de nuestro atontamiento logramos vislumbrar que el rival no parece muy complicado y que en cuanto nos centremos un poco esto está hecho, además incluso el árbitro nos echa una mano pitando una técnica inexplicable al equipo contrario, que debería habernos puesto sobre aviso. Y es que el árbitro sentía que la principal de sus obligaciones era gritar a los jugadores no bien se atrevieran a mirarle a los ojos y de dirigirle la palabra ya ni hablamos, lo que evidentemente ocasionó algún que otro altercado con algún que otro Evaristo que, sin embargo, milagrosamente no llegó a materializarse en técnica. Pero volvamos al juego en donde nos encontramos con un clásico de la casa: van por delante pero somos superiores y esto lo arreglamos en un momento, repetido machaconamente en el interior de nuestras cabezas y en voz alta en cada descanso y tiempo muerto cada vez con menos convicción. Sí, cada vez con menos convicción según pasaba el tiempo incluso aunque finalmente lográramos organizarnos y empezar a defender con intensidad y atacar con un poco (solo un poco) de sentido. Todo esto nos sitúa en un tiempo muerto a un minuto del final del partido y dos puntos por debajo en el marcador, todos sabéis lo que eso significa: partido apretado, partido palmado (lema que figura en una banda sobre una jarra dorada de cerveza sobre campo de gules en el cuartel superior izquierdo del escudo evaristo). Pero no en esta ocasión, los Evaristos están hechos para sorprender incluso a ellos mismos. Así que después del tiempo muerto tiramos dos tiros libres y los metemos: empate. Defendemos con intensidad, nos hacemos con el balón, nos hacen personal y metemos los tiros libre: dos arriba. Volvemos a defender, recuperamos la posesión, nos hacen personal y volvemos a meter los dos tiros libres. Una racha de seis tiros libres encestados seguidos, el no va más, el acabose, ¿volverá un Evaristo de nuestra generación a ver semejante prodigio? Tiempo muerto con cuatro arriba a falta de veinte segundos y con posesión para el contrario, que dedicamos únicamente a decirnos unos a otros: sin faltas, sin faltas, sin faltas, ¡Eh! Sin faltas, sobre todo sin faltas, cualquier cosa menos una falta, venga vamos chicos, sin faltas. Se acaba el tiempo muerto, se reanuda el partido, defendemos y cuando quedan seis segundos uno de los contrarios viendo que se acaba el tiempo se saca un tiro de tres de la manga que no iba a ningún sitio mientras un Evaristo le hace personal y le concede tres tiros libres. Gritos de júbilo en nuestro banquillo y en la cancha, somos nosotros celebrando la evaristud de la acción. Seis segundos, cuatro arriba y tres tiros libres para el contrario. Mete el primero, falla el segundo y mete el tercero. Dos arriba, sacamos, pase del base a un Evaristo solo a mitad de la cancha, bandejita y resultado final de 37-33 para alegría de la peña evarista que no se lo termina de creer.
No es mal forma de terminar el último partido antes del descanso navideño que este año va a ser muy largo así que a ver como os portáis. Ya se que no vais a tocar un balón así que por lo menos ir a ver un partidito de baloncesto, para lo cual solo tenéis que llamar al Rusti que él se encarga de todo. El 9 de enero nos espera el equipo de Eduardo; ya sé que es amigo, pero a ver si conseguimos romper con la tradición de los últimos años de perder contra el equipo que no ha ganado ningún partido.
Bueno compañeros escribiros algo o subir fotos de trifulcas familiares en Nochebuena, de resacas apoteósicas en la mañana de Año Nuevo, o de esos evaristos nuevos que llegarán que si no hasta enero el blog se va a sentir muy solo.
Besos a todos
PS. Como siempre lo mejor esa pequeña afición Gus clásico de los clásicos y una nueva incorporación Carmen, que se aburrió un poco. Otro día prometemos hacerlo mejor.